jueves, 28 de febrero de 2008

Andadas bretonas

Y vuelvo a las andadas. A andar como siempre lo he hecho con la gente que siempre lo he hecho y esta vez con la responsabilidad y el orgullo de ser el anfitrión.
Un nuevo viaje, éste sí el último de mi erasmus, que ha sido aun si cabe más especial, más grande.
Poder enseñar el mundo que te has creado junto con el que te has encontrado a la gente que estimas. Poder mostrarle los rincones, las situaciones y la gente que has hecho tuyos en ese mundo particular francés.
Primero fue París. 10 fuenteros –el 1,5% de la población fuentera- (padres, tíos, primos y hermano) visitando aquel país que alojaba a algunos de ellos hace ya casi dos décadas para trabajar y sacar el dinero que construiría sus casas. Se hace extraño volver al país del que sólo recuerdas largas jornadas de trabajo en las viñas o los manzanos. Es extraordinario imaginar que ese camarero que te sirve en un restaurante con grandes ventanales que dan al Boulevard Saint-Germain quizá pudiera ser el hijo de aquel “patrón” que hace no tantos años te gritaba con eternos aires de superioridad: “vite, vite”.
Imagino que ese paté, esos quesos o ese pato con salsa nosequé te tienen que saber mucho mejor. Pato mezclado con labor, esfuerzo y triunfo, aliñado al gusto del consumidor.
Luego llegaron los Pepes, como fueron bautizados Grego, Marín, Pana, Narci y mi hermano Paco por mis amigos erasmus cuando entraban por la puerta del foyer (nuestro bar), debido a sus vestimentas, sus pelos, sus boinas y sombreros y sus conversaciones políticas. Esta vez se bien unieron a nuestras venturas el señor Narci el coíno y mi hermano Paco. Dos puntos fuertes que sirvieron para darle aun más emoción, diversión y conciencia a nuestro viaje.
Tras pasar un día en Rennes, capital de la Bretaña, para disfrutar de su entramado de callejuelas, llegó el momento de coger rumbo con monovolumen de alquiler y banda sonora by Grego (un verano fatal!) para recorrer esa región –La Bretaña- en la que Asterix y Obelix resistían fuertes ante los romanos. Pasó de mano en mano la sidra bretona, sus dulces típicos, sus comidas pesqueras (con propinas y todo!), cafés a lo francés, sus crepes (dulces o salados), sus bosques, mis despistes, sus faros, los embutidos y latas españoles con los que arrasamos, el verano fatal del Grego y mi hermano, las mareas que te dejan encerrado entre la mar, nuestros incansables puyas, el Pana y su risa, “la mierda” de cada uno sacada al extremo, el Marín que no se deja dar un abrazo, nuestros cabreos olvidados a los 5 minutos, el Grego y su Zapatero, nuestras reflexiones, mi hermano y sus historias rusas, nuestras mujeres, el Narci y sus salidas inesperadas, nuestras discusiones de política…
Entonces fueron pasando bajos nuestros pies pequeños y sorprendentes pueblecitos bretones, ciudades históricas, lugares naturales de gran belleza, como DINAN y su entramado de calles medievales con casas torcidas de madera al borde del rio; SAINT MALÓ como pueblo amurallado cuyos rompeolas de madera decoran playas interminables; LE MONT-SAINT-MICHEL aislado por la marea como único vestigio francés que resistió asediado la invasión nazi; KÉRITY & PAIMPOL entre su lago, su puerto y sus casas de piedra; PLEUBION y su playa entre grandes rocas donde casi quedamos encerrados por la marea; PLOUMANACH & PERROS-GUIREC (la côte de granite rose) donde las geomorfologías del granito, sus acantilados y su faro impresionan de forma espectacular; BREST, destruida totalmente en la 2ª guerra mundial, que nos sirvió de dormitorio y de bar; LA PENINSULE DE CROZON y la entrada del mar en la tierra con barcos clavados en la arena por la marea baja; LANDÉVENNEC como aldea con tranquilidad infinita con una abadía del s. V. ; PLEYBEN & HUELGOAT como Bretaña profunda, para disfrutar de un buen crepe, dentro del Parque Natural Armoricano; QUIMPER y sus casas de madera de colores; CONCERNEAU de noche como ciudad fantasma, esa ciudad amurallada en una isla; LORIENT que nos dio cama y whisky; CARNAC y sus megalitos enfilados en la llanura, esos menhires que Obelix siempre portaba, como ofrenda a sus Dioses; VANNES que completaba las ciudades bretonas con casas torcidas de madera y PAIMPOT et la FÔRET DE BROCÉLIANDE, ese bosque donde se forjaron las leyendas de la espada Excalibur que alberga la supuesta tumba del mago Merlín.
Todo un privilegio disfrutar con tu gente de este lugar tan anómalo y magnífico.
La guinda final y dulce que hace terminar este párrafo de mi vida.

De Hábitats de secano