viernes, 10 de septiembre de 2010

Matar a su enamorado

Se había enamorado de su pene.
Era más hermoso que el resto de su cuerpo. Que el resto de las cosas que había conocido nunca. Erecto, rígido y empinado. Simétrico, con un glande bello y firme.

En las novelas de amor nunca lo había leído. Nunca lo había escuchado en ninguna conversación. Nadie contaba historias de amor hacia penes, vaginas o dedos de los pies. Y ella se sentía rara. Desconcertada e inquieta.

Nunca pensó que el amor fuera así, ni que la primera vez en enamorarse iba a hacerlo de un pene. La gente se enamoraba de otras personas, a veces de varias a la vez, a veces de ambos sexos, pero nunca de un pene.
Quizá nunca debió de hacerlo. Ahora nunca más podría volver a tenerlo entre sus manos, firme y grande.

De eso no podía haberse enamorado ella. Ya no era lo que había codiciado tanto.
Para nada le valía ahora su pene amado seccionado, alejado del cuerpo al que pertenecía. Había perdido la esbeltez que la enamoraba.

El deseo había hecho matar a su enamorado.


De Hábitats de secano



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