Esa es una de las razones que me llevó a desechar la idea de la existencia de un dios que manejara todo este tinglado. Nadie, ni el más mísero hombre ni el más todopoderoso dios, podía ser tan malvado y maquiavélico como para jugar tan sucio como a veces lo hace el azar. Además nada podía manejar de manera tan escrupulosa los hiliyos a los que estamos unidos.
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De Hábitats de secano |
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